Un poco de historia, ¿Cómo estamos?
Los micronutrientes son aquellos elementos que los cultivos requieren en bajas
cantidades, siendo su concentración en el tejido vegetal del orden de mg kg-1. La
deficiencia de cualquier micronutriente afecta tanto al rendimiento como a la calidad de
los productos de cosecha. El B se asocia al metabolismo de azúcares y a la formación
del tubo polínico; su deficiencia se traduce en un llenado incompleto de los granos y,
en casos más severos, acortamiento de entrenudos y escasa floración.
La biodisponibilidad de los micronutrientes en la región pampeana se ubicó
históricamente por encima de los umbrales de suficiencia. Sin embargo, en los últimos
años se ha generalizado una disminución en la disponibilidad de los diferentes
nutrientes, entre ellos el B (Figura 1). Esta tendencia se ve reflejada en el análisis de
los resultados de las muestras que recibimos en nuestro laboratorio. A partir del
análisis de 4927 muestras desde el año 2018 hasta 2022, en promedio 3 de cada 20
muestras presentan niveles de B por debajo del umbral de 0,6 ppm sugerido en la
literatura. Este porcentaje de muestras con nivel bajos de B es variable según zona
(Figura 2).
Figura 1. Evolución de los niveles de boro en la región pampeana. Fuente: Sainz Rozas (2019) - Unidad Integrada Balcarce.
Figura 2. Porcentaje de muestras con boro menor a 0,6 ppm (umbral crítico), de
distintas zonas de la región pampeana, analizadas en el Laboratorio de Suelos Fertilab desde 2018 a 2022.
Aspectos a tener en cuenta sobre el boro
El contenido total de micronutrientes en los suelos depende, entre otros factores,
del material originario y su pedogénesis. En general, se acumulan con mayor biodisponibilidad en los estratos superficiales debido a su interacción con la materia orgánica y las arcillas. El B es una excepción, dado que en el suelo se encuentra en
forma de anión y se lixivia fácilmente en suelos de textura gruesa y/o con bajo contenido de materia orgánica.
Los cultivos acceden al B desde la solución del suelo principalmente por flujo
masal. Esto lo diferencia de otros como el zinc, el cual tiene menos movilidad en el
suelo, siendo la difusión el principal mecanismo de abastecimiento a las raíces. Dentro
de la planta, el B puede comportarse como nutriente móvil en algunas especies dada
su asociación con el sorbitol, el cuál es transportado por floema. Sin embargo, para la
mayoría de los cultivos agrícolas extensivos, como el girasol, el B tiene baja movilidad
dentro de la planta, lo que significa que se acumula en las hojas más viejas.
¿Cuándo y cómo fertilizar?
En nuestra nota anterior, repasamos la importancia del B para el girasol, un
cultivo sensible a las deficiencias de este nutriente
(https://www.laboratoriofertilab.com.ar/newsletters/20231024/index.html).
Los síntomas más importantes son los que se detectan próximos al estado reproductivo, siendo la
caída de los capítulos ("corte de cuchillo") es el más importante dada su incidencia en
la cantidad de granos cosechados. Las potenciales deficiencias de B pueden ser
diagnosticadas a partir de análisis de suelos siendo el umbral crítico sugerido de 0,5-
0.6 ppm (0-20 cm). La respuesta histórica a la fertilización con B en el oeste arenoso
varía entre 300 a 400 kg/ha, sin embargo, en ensayos realizados en el sur de Córdoba
la misma alcanzó 800 kg/ha.
Existen en el mercado varias fuentes de fertilizantes que permiten corregir las
deficiencias de B. Se puede realizar aplicaciones al suelo y foliares. Estas últimas
presentan la ventaja de poder sincronizar mejor la oferta de este nutriente con la
demanda por parte del cultivo, sobre todo en años o zonas con escasez de
precipitaciones y altas temperaturas. Estas situaciones alteran la normal provisión a
las plantas, incrementando la probabilidad de aparición de los síntomas.
Del mapa al lote
Como se observa en la Figura 2, las zonas que presentan mayor porcentaje de
muestras con niveles de B por debajo de 0,6 ppm son el centro-sur de la provincia de
Buenos Aires junto con el oeste y norte de la región pampeana. Estos resultados se
asocian a zonas con prolongada historia agrícola, bajos contenidos de materia
orgánica y/o texturas más gruesas. Estas características son las que deberíamos tener
en cuenta a la hora de planificar nuestro esquema de fertilización de manera de incluir
al boro dentro del mismo.
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